

Datos del Autor: Ps. Paolo Antonio Castillo Mendizábal (C.Ps.C. N°62446, ORCID ID: 0009-0003-1104-7058) Psicólogo peruano especializado en psicología criminal y clínica, con una destacada trayectoria académica. Contacto: +51962707026. Ver Más
¿Alguna vez has sentido un nudo en el estómago antes de una entrevista, palpitaciones sin motivo aparente o una presión en el pecho al preocuparte demasiado?
Es posible que hayas pensado que se trataba de un problema físico, pero en muchos casos, el origen está en la ansiedad.
La ansiedad es una reacción natural del organismo ante el peligro o la incertidumbre. Sin embargo, cuando se activa con demasiada frecuencia o intensidad, deja de ser adaptativa y empieza a afectar tanto la mente como el cuerpo.
Este artículo busca explicar —con base científica y lenguaje claro— por qué la ansiedad puede generar malestar físico, cómo se produce esta conexión psicosomática y qué podemos hacer para aliviarla desde un enfoque psicológico integral.
Comprender la relación entre mente y cuerpo no solo ayuda a reducir los síntomas, sino también a romper el ciclo del miedo y la tensión que perpetúa el malestar.
Porque el cuerpo no miente: cuando la mente se sobrecarga, el cuerpo habla.
Cuerpo del artículo
I. Qué es la ansiedad y por qué es una reacción natural
La ansiedad es una emoción básica, tan antigua como la propia supervivencia humana. Su función es preparar al organismo para enfrentar una amenaza, real o imaginada. Cuando percibimos peligro, el cerebro activa una respuesta automática conocida como “respuesta de lucha o huida”, coordinada por el sistema nervioso simpático.
Este proceso involucra una cascada de reacciones fisiológicas:
- Liberación de adrenalina y cortisol, hormonas del estrés.
- Aceleración del ritmo cardíaco y de la respiración.
- Tensión muscular.
- Aumento de la vigilancia y concentración.
En pequeñas dosis, esta respuesta es adaptativa: nos ayuda a rendir mejor ante un examen, un viaje o una situación desafiante.
El problema aparece cuando el sistema se activa sin un peligro real o permanece encendido durante demasiado tiempo. Entonces, el cuerpo empieza a resentirse.
II. El cuerpo bajo presión: cómo la ansiedad se vuelve física
La ansiedad persistente altera el equilibrio natural entre los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico, provocando una serie de síntomas físicos reales, no imaginarios.
Entre los más comunes se encuentran:
- Palpitaciones o taquicardia.
- Dificultad para respirar o sensación de ahogo.
- Mareos, hormigueos o sensación de inestabilidad.
- Dolor o presión en el pecho.
- Tensión muscular, especialmente en cuello y espalda.
- Náuseas, molestias digestivas o diarreas.
- Sudoración, temblores o escalofríos.
- Dolores de cabeza, migrañas o insomnio.
Estos síntomas pueden aparecer incluso sin motivo aparente, generando preocupación y miedo a “tener algo grave”. Así se inicia un círculo vicioso: la ansiedad causa síntomas físicos, y los síntomas aumentan la ansiedad.
Ejemplo cotidiano:
Una persona que nota su corazón acelerado piensa: “Me va a dar un infarto”. Esa idea activa más ansiedad, más adrenalina, y por tanto, más palpitaciones. El cuerpo y la mente quedan atrapados en un bucle de retroalimentación ansiosa.
III. La conexión mente-cuerpo: lo que ocurre en tu cerebro
La neurociencia ha demostrado que la ansiedad no es solo un estado emocional, sino un fenómeno biológico completo.
Cuando percibimos una amenaza, se activan tres estructuras cerebrales clave:
- La amígdala: detecta el peligro y envía señales de alarma.
- El hipotálamo: ordena la liberación de adrenalina y cortisol.
- El sistema nervioso autónomo: prepara al cuerpo para la acción.
El cortisol, aunque útil a corto plazo, se convierte en un enemigo cuando permanece alto durante mucho tiempo.
Los efectos sostenidos incluyen:
- Alteraciones en el sueño y la digestión.
- Supresión del sistema inmunológico.
- Fatiga crónica.
- Problemas de concentración y memoria.
El cerebro, al mantenerse en “modo alerta”, deja de diferenciar entre un peligro real (un incendio) y uno imaginario (preocupaciones). Así, vivimos como si el peligro nunca terminara.
IV. Por qué el cuerpo habla cuando la mente calla
Cuando una persona reprime o ignora sus emociones, el cuerpo las expresa en forma de síntomas físicos. Este fenómeno, conocido como somatización, ha sido ampliamente estudiado por la psicología clínica.
Según investigaciones de la American Psychological Association (APA), el estrés y la ansiedad crónicos pueden provocar o agravar enfermedades como:
- Trastornos gastrointestinales (colon irritable, gastritis nerviosa).
- Dolor crónico.
- Trastornos de la piel (eczemas, urticarias).
- Aumento de la presión arterial.
En otras palabras, el cuerpo se convierte en un espejo de la mente.
Cuando la emoción no encuentra palabras, se convierte en síntoma.
Ejemplo clínico:
Una mujer con ansiedad laboral presenta dolores de estómago recurrentes. Los exámenes médicos no muestran alteraciones. Sin embargo, en terapia, descubre que siente “una presión constante” por complacer a todos. El malestar físico no era ficticio: era el lenguaje del cuerpo pidiendo pausa.
V. Factores que agravan el impacto físico de la ansiedad
No todas las personas experimentan los síntomas de la misma forma. Hay factores que aumentan la vulnerabilidad:
- Predisposición biológica: personas con alta sensibilidad del sistema nervioso.
- Estilo de vida: falta de descanso, mala alimentación, exceso de cafeína.
- Traumas previos o estrés acumulado: el cuerpo permanece hipervigilante.
- Interpretación catastrófica de los síntomas: pensar “me pasa algo grave” aumenta el malestar.
- Falta de recursos emocionales o apoyo social.
La ansiedad se alimenta de la anticipación y el miedo a perder el control, dos factores que el cuerpo traduce en tensión, hiperventilación y dolor muscular.
VI. Cómo diferenciar ansiedad de una enfermedad física
Una de las mayores angustias de las personas ansiosas es no saber si lo que sienten es “de la mente” o “del cuerpo”. La verdad es que no existe una frontera clara: ambos interactúan constantemente.
Sin embargo, hay algunas pistas orientativas:
| Característica | Síntomas por ansiedad | Síntomas físicos orgánicos |
|---|---|---|
| Inicio | Súbito, relacionado con estrés o pensamientos | Progresivo o asociado a lesión o infección |
| Duración | Variable, puede desaparecer al distraerse | Persistente o empeora con el esfuerzo físico |
| Exámenes médicos | Normales o sin hallazgos concluyentes | Muestran alteraciones específicas |
| Sensación subjetiva | “No puedo controlarlo” o “me siento raro” | Dolor localizado o funcional |
Aun así, siempre es recomendable descartar causas médicas antes de atribuir los síntomas a la ansiedad. Luego, un tratamiento psicológico puede abordar la raíz emocional.
VII. Cómo romper el ciclo de ansiedad y malestar físico
El cuerpo necesita sentir que está a salvo. La psicoterapia ayuda a lograrlo a través de técnicas que enseñan al sistema nervioso a recuperar la calma.
1. Psicoeducación y autoconocimiento
Entender lo que ocurre fisiológicamente reduce el miedo. Saber que las palpitaciones o el mareo son reacciones del cuerpo al estrés permite disminuir la catastrofización y recuperar el control.
2. Técnicas de respiración y relajación
La respiración diafragmática y la relajación muscular progresiva (Jacobson) reducen la activación simpática. Dedicar unos minutos al día a respirar profundo y lento puede cambiar significativamente la respuesta corporal.
3. Terapia cognitivo-conductual (TCC)
La TCC ayuda a identificar y modificar pensamientos que mantienen la ansiedad (“me voy a desmayar”, “voy a morir”). Reemplazar estas ideas por interpretaciones más realistas reduce tanto el miedo como los síntomas físicos.
4. Mindfulness y conexión cuerpo-mente
La atención plena enseña a observar las sensaciones sin juicio, reduciendo la reactividad emocional. Estudios muestran que practicar mindfulness disminuye los niveles de cortisol y mejora el sistema inmune.
5. Actividad física regular
El ejercicio libera endorfinas y regula el sistema nervioso. No se trata de esfuerzo intenso, sino de movimiento constante: caminar, estirarse o practicar yoga ayudan a descargar la tensión.
6. Hábitos saludables
Dormir bien, reducir la cafeína, hidratarse y mantener horarios regulares ayudan a estabilizar el organismo. El cuerpo necesita coherencia para sentirse seguro.
7. Acompañamiento psicológico y psiquiátrico
En casos de ansiedad severa o con síntomas persistentes, es recomendable una intervención interdisciplinaria. El tratamiento combinado de psicoterapia y medicación puede ser la clave para restablecer el equilibrio.
VIII. Ejemplo práctico: cómo el cuerpo refleja la ansiedad
Caso hipotético:
Carlos, 32 años, acude a consulta por dolores en el pecho y mareos. Tras varios exámenes médicos, no se encuentra causa orgánica. En terapia, relata que teme perder su trabajo y no poder mantener a su familia.
A través del acompañamiento psicológico, comprende que su cuerpo expresa el miedo que su mente evita reconocer. Al aprender técnicas de respiración y manejo de pensamientos, los síntomas disminuyen.
El cuerpo no mentía: estaba comunicando lo que las palabras callaban.
IX. Ansiedad, autocuidado y escucha corporal
Una de las claves del bienestar emocional es aprender a escuchar al cuerpo sin miedo.
El objetivo no es eliminar todas las sensaciones físicas, sino interpretarlas desde la comprensión y no desde el pánico.
La ansiedad se calma cuando el cuerpo se siente atendido y la mente se siente comprendida.
Aprender a cuidar el cuerpo desde la psicología implica:
- Detectar cuándo la tensión aumenta.
- Darse permiso para descansar.
- Expresar lo que se siente.
- Pedir ayuda cuando el malestar se vuelve abrumador.
El cuerpo, finalmente, no es el enemigo: es el mensajero del equilibrio perdido.
Conclusión
La ansiedad puede generar malestar físico porque mente y cuerpo son inseparables.
Cada pensamiento ansioso desencadena una respuesta corporal diseñada para protegernos, pero cuando esa alarma se mantiene encendida, el cuerpo empieza a sufrir las consecuencias.
Aprender a reconocer las señales, cuidar el cuerpo y trabajar las causas psicológicas permite romper el círculo del malestar.
Recuerda: tu cuerpo no te traiciona, te está hablando. Escúchalo, atiéndelo y busca ayuda profesional si lo necesitas.
Sanar no es apagar la ansiedad, sino aprender a vivir con calma dentro de ti mismo.
Bibliografía
- American Psychological Association (2022). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5-TR. APA Publishing.
- Barlow, D. H. (2016). Ansiedad y sus trastornos: la naturaleza y el tratamiento de la ansiedad y el pánico. Desclée de Brouwer.
- Clark, D. M., & Beck, A. T. (2012). Terapia cognitiva para los trastornos de ansiedad. Paidós.
- Neff, K. (2011). Sé amable contigo mismo: el arte de la autocompasión. Ediciones Urano.
- Sapolsky, R. (2004). Por qué las cebras no tienen úlcera. Alianza Editorial.
- Kabat-Zinn, J. (2009). Vivir con plenitud las crisis: cómo utilizar la sabiduría del cuerpo y la mente para enfrentarse al estrés, el dolor y la enfermedad. Kairós.

